RECOPILACIÓN DE CUENTOS TERAPÉUTICOS PARTE 1

30.05.2013 16:54

RECOPILACIÓN DE CUENTOS TERAPEUTICOS

               

A las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras.

- ¿Quiénes son ustedes? – les preguntó el guardián del cielo.

- Somos – contestó la primera – La religión...

- La juventud... – dijo la segunda.

- La comprensión... – dijo la tercera.

- La inteligencia... – dijo la siguiente.

- La sabiduría – dijo la última.

- Identifíquense!! – ordenó el portero.

Y entonces...

La religión se arrodilló y oró.

La juventud se rió y cantó.

La comprensión se sentó y escuchó.

La inteligencia analizó y opinó.

Y la sabiduría... contó un cuento……………

 

A mi hija Ximena

Quien es lo mas importante de mi vida

 

CONFUSIÓN EN EL CIELO

Cierta vez, le pregunté a mi Padre,

Por qué existen personas que salen fácilmente de los problemas más complicados, mientras que otras sufren por problemas muy pequeños, muriendo ahogadas en un vaso de agua?

El simplemente sonrió y me contó esta historia...

"Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo dijo que se iría al cielo. Un hombre bondadoso como él solamente podría ir al Paraíso. Ir al cielo no era tan importante para aquel hombre, pero igual el fue para allá. En esa época, el cielo todavía no había tenido un programa de calidad total. La recepción no funcionaba muy bien. La chica que lo recibió dió una mirada rápida a las fichas que tenía sobre el mostrador, y como no vio el nombre de él en la lista, lo orientó para ir al Infierno.

En el Infierno, Ud. Sabe cómo es. Nadie exige credencial o invitación, cualquiera que llega es invitado a entrar. El sujeto entró allí y se fue quedando.

Algunos días después, Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso para pedirle explicaciones a San Pedro:

- Esto es sabotaje! Nunca imaginé que fuese capaz de una bajeza semejante.

Eso que Ud. está haciendo es puro terrorismo!

Sin saber el motivo de tanta furia, San Pedro preguntó, sorprendido, de qué se trataba.

Lucifer, trastornado, gritó:

- Ud. mandó a ese sujeto al Infierno y él está haciendo un verdadero desastre allí.

El llegó escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas.

Ahora, está todo el mundo dialogando, abrazándose, besándose. El Infierno está insoportable, parece el Paraíso!

Y entonces hizo un pedido:

- Pedro, por favor, agarre a ese sujeto y tráigalo para acá!"

Cuando terminó de contar esta historia me miró cariñosamente y dijo:

- Vive con tanto amor en el corazón, que si por error, fueses a parar el Infierno, el propio demonio te lleve de vuelta al Paraíso.

Los problemas forman parte de nuestra vida, pero no dejes que ellos te transformen en una persona amargada. Las crisis siempre sucederán y a veces no tendrás opción. Tu vida está sensacional y de repente puedes descubrir que un ser querido está enfermo; que la política económica del país cambió, y que infinitas posibilidades de preocupación aparecen. En las crisis no puedes elegir, pero puedes elegir la manera de enfrentarlas. Y, al final, cuando los problemas sean resueltos, más que sentir orgullo por haber encontrado la solución, tendrás orgullo de ti mismo.

 

EL TEMIDO ENEMIGO

Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.

Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del reino.

Invariablemente todos le decían lo mismo:

-Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él, él conoce el futuro.

(En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente magos).

El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.

No decían lo mismo del rey.

Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso.

Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan:

Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus poderes...

Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó...

...Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le silencio de todos le preguntó:

- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?

- Un poco  dijo el mago.

- ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?

- Un poco  dijo el mago.

- Entonces quiero que me des una prueba -  dijo el rey -

¿Qué día morirás?. ¿Cuál es la fecha de tu muerte?

El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.

- ¿Qué pasa mago? -  dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?...  ¿no es cierto que puedes ver el futuro?

- No es eso -  dijo el mago  -  pero lo que sé, no me animo a decírtelo.

- ¿Cómo que no te animas?-  dijo el rey-... Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes... Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

- No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey...

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio...

Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero.

- Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede?  Preguntó el invitado.

- Me siento mal  - contestó el monarca  voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido.

Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.

¿Habría leído su mente?

La predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?...

Estaba aturdido

Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

- Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.

- ¡ Majestad!. Será un gran honor...  dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen  su puerta asegurándose de que nada pasara...

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta... necesitaba una excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para consultarle otro asunto... (Obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).

El mago  que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados  aceptó...

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.

Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa.

Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.

El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.

Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.

Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más odiado enemigo

Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.

El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró le dijo:

- Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho

- Dime  dijo el mago  y alivia tu corazón.

- Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban... Estoy tan avergonzado...

- Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho.

Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.

Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos.

El mago lo miró y le dijo:

 - Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía.  Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, - el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey.  Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí... Te confieso hoy  que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender,  quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado nunca.

Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.

Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.

El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos...

Cuenta la leyenda... que misteriosamente...  esa misma noche... el mago... murió durante el sueño.

El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió desolado.

No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.

Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo.

¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte?.

Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.

Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos...

Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.

Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.

Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.

Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey  murió en su lecho mientras dormía... quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última enseñanza del maestro.

UN RELATO SOBRE AMOR

Se trata de dos  jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos  azules, hermosos y maravillosos…….

La historia cuenta que se habían Ennoviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.

Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.

Y vivieron allí durante todos los días  disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un saco tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido sacos en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...

Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.

Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.

Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.

Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.

El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:

- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?

- Seguro - fue la respuesta.

- Entonces en tres días estaré aquí.

Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.

El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.

Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.

A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.

Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

LA HISTORIA DE JUAN

Juan siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, el respondía:"Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".

El era un gerente único porque tenía varios empleados que lo habían seguido de restaurante en restaurante.

La razón por la que los empleados seguían a Juan era por su actitud.

El era un motivador natural: Si un empleado tenía un mal día, Juan estaba ahí para ayudarle a ver el lado positivo de la situación.

Ver este estilo realmente me causó curiosidad, así que un día fui a buscar a Juan y le pregunté:

"No lo entiendo... no es posible ser una persona positiva todo el tiempo.... ¿Cómo lo haces?..."

Juan respondió: cada mañana me despierto y me digo a mí mismo, Juan, tienes dos opciones hoy: puedes escoger estar de buen humor o puedes escoger estar de mal humor. Escojo estar de buen humor. Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello. Escojo aprender de ello. Cada vez que alguien viene a mí para quejarse, puedo aceptar su queja o puedo señalarle el lado positivo de la vida, escojo señalarle el lado positivo de la vida.

"Si.…claro... pero no es tan fácil" (protesté)

"Si lo es" dijo Juan. "Todo en la vida es acerca de elecciones."

Tú eliges como reaccionas ante cada situación. Tú eliges como la gente te afectará tu estado de ánimo. Tú eliges estar de buen humor o mal humor.

En resumen, "TÚ ELIGES COMO VIVIR LA VIDA"

Reflexioné en lo que Juan me dijo. Poco tiempo después me alejé, continuando mi vida.

Perdimos contacto, pero con frecuencia pensaba en Juan cuando tenía que hacer una elección en la vida, en vez de reaccionar a ella. Varios años mas tarde, me enteré que Juan hizo algo que nunca debe hacerse en un negocio de restaurante. Una mañana dejó la puerta trasera abierta, y fue asaltado por tres ladrones armados. Mientras trataba de abrir la caja fuerte, su mano temblaba por el nerviosismo, y resbaló al abrir la combinación.

Los asaltantes sintieron pánico y le dispararon.

Con mucha suerte, Juan fue encontrado relativamente pronto y llevado de emergencia a una clínica. Después de 18 horas de cirugía y semanas de terapia intensiva, Juan fue dado de alta aún con fragmentos de bala en su cuerpo.

Me encontré con Juan seis meses después del accidente y cuando le pregunte cómo estaba me respondió: "Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".

Le pregunté que pasó por su mente en el momento del asalto.

- contestó: "Lo primero que vino a mi mente fue que debí haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el piso recordé que tenía dos opciones. Podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir".

-"¿No sentiste miedo?", le pregunté.

-Juan continuó "Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en las caras de médicos y enfermeras, realmente me asuste... podía leer en sus ojos: Es hombre muerto. Supe entonces que debía entrar en acción.."

-"¿Qué hiciste? "Pregunté.

-"Bueno... uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grite: SI, A LAS BALAS....

Mientras reían les dije: Estoy escogiendo vivir..... Opérenme como si estuviera vivo, no muerto...".

Juan vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Aprendí de él que cada día tenemos la elección de vivir plenamente.

La actitud, al final, lo es todo.

LAS COSAS MÁS IMPORTANTES

 

En cierta ocasión una de las persona que asisten a mi consultas me hizo  esta pregunta: "Qué es lo mas importante que ha hecho en su vida?".

 

La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di, porque las circunstancias no eran las apropiadas. Sabía que mi consultante deseaba escuchar anécdotas sobre mi trabajo como terapeuta.

 

Pero, he aquí la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos.

 

Yo había viajado a  Manizales a pasar unos días con  mis padres,  después de varios días de viajes en un recorrido largo por la Guajira y el Cesar, deseaba tomarme un tiempo para descansar con mi familia y mi novia de esa época.

Comencé el día en por los lados del estadio  Palo Grande, conversando  con un amigo mío al que no había visto en mucho tiempo. Entre historias y recuerdos de viejos tiempos conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me contó que su esposa y él acababan de tener un bebe, y que el pequeño los mantenía en vela todas las noches.

 

Mientras charlábamos, un carro se acerco haciendo rechinar las llantas y tocando el pito con insistencia. Era el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que su bebe había dejado de respirar y lo habían llevado de urgencia al hospital.

 

En un instante mi amigo subió al auto y se marcho, dejando tras de si una nube de polvo.

 

Por un momento me quede donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego trate de pensar que debía hacer. Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estaría al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o dijera iba a cambiar las cosas. "¿Brindarle mi apoyo moral? Bueno, quizá. Pero tanto el como su esposa provenían de familias numerosas y sin duda estarían rodeados de parientes que les ofrecerían consuelo y el apoyo necesarios pasara lo que pasara. Lo único que haría seria estorbar.

 

Además había planeado dedicar todo mi tiempo a mi familia, que estaba aguardando mi regreso. Así, decidí reunirme con ellos e ir mas tarde a ver a mi amigo.

 

Al poner la mano para tomar un taxi, me percate que mi amigo había dejado su camioneta, con las llaves puestas, estacionada junto al andén donde charlábamos. Me vi entonces ante otro dilema: no podía dejar así el vehículo, pero si lo cerraba y me llevaba las llaves, "que iba a hacer con ellas?".

 

Podía pasar a su casa a dejarlas, pero como no tenia a la mano ni un papel para escribirle una nota, no podría avisarle lo que había hecho. Decidí pues ir al hospital y entregarle las llaves. Cuando llegue, me indicaron en que sala estaban mi amigo y su esposa, como supuse, el recinto estaba lleno de familiares que trataban de consolarlos.

 

Entre sin hacer ruido y me quede junto a la puerta, tratando de decidir que hacer. No tardo en presentarse un médico, que se acerco a la pareja y, en voz baja les comunico que su bebe había fallecido, víctima del síndrome conocido como muerte súbita. Durante lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor.

 

Cuando se recuperaron un poco, el médico les pregunto si deseaban estar unos momentos con su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie caminaron resignadamente hacia la puerta. Al verme allí, en un rincón, la madre se acerco, me abrazo y comenzó a llorar. También mi amigo se refugio en mis brazos. "Gracias por estar aquí" me dijo. Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebe y despedirse de él.

 

Eso es lo más importante que he hecho en mi vida. Aquella experiencia me dejo tres enseñanzas:

 

PRIMERA: Lo más importante que he hecho en la vida ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que había aprendido,  me sirvió en tales circunstancias. A dos personas a las que yo estimaba les sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos en que alguien me necesitaba era lo principal.

 

SEGUNDA: Estoy convencido que lo mas importante que he hecho en mi vida estuvo a punto de no ocurrir debido a las cosas que aprendí  en mi vida profesional. En la labor que había desarrollado hasta esa época  me habían enseñado  a tomar los datos, analizarlos y organizarlos y después evaluar esa información sin apasionamientos. Esa habilidad es vital en la vida de un terapeuta.

 

Cuando la gente acude a nosotros en busca de ayuda, suele estar angustiada y necesita que su terapeuta piense con lógica. Pero, al aprender a pensar, casi me olvide de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al  carro sin titubear y seguir a mi amigo al hospital.

 

TERCERA: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Intelectualmente, todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros. Así, pues hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real que pareciera que ya ocurrió. Pero, al ubicarnos en el mañana dejamos de advertir todos los presentes que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas mas pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.

 

En ocasiones a uno le hace falta vivir una tragedia para volver a poner las cosas en perspectiva. Desde aquel día busque un equilibrio entre el trabajo y la vida; aprendí que ningún empleo, por gratificante que sea, compensa perderse unas vacaciones, romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Y aprendí que lo más importante en la vida no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores. Lo más importante en la vida es: el tiempo que dedicamos a cultivar una amistad.

 

UN REGALO DEL CIELO

Aquella mañana de sábado Carlos se levantó temprano, su padre le había prometido ir a comprarle una cometa y estaba emocionado, llevaba tiempo soñando con ir al cerro Nutibara a volarla como hacían los mayores.

Eran las 7  y normalmente no había nadie levantado a esas horas, pero aquel día no era así, escuchó murmullos que venían de la cocina y se acercó a ver quien se le podía haber adelantado.

Papá y mamá estaban en la cocina, agachados alrededor de la mesa, y parecía que contemplaban algo.

· ¿Qué pasa mamá...? - preguntó Carlos inocentemente.

· Nada cariño, vuelve a la cama - intentó disuadirle su madre.

· ¿Qué estás mirando....? - insistió el pequeño ya con tono de preocupación al observar que su perro estaba allí tapadito con una manta.

· Se trata de Trosky hijo, hace un rato le hemos oído quejarse y nos hemos levantado para ver que le pasaba.

· ¡Seguro que quiere ir a la calle a hacer popo o algo parecido! - dijo Carlos convencido de que su amigo intentaba adelantar la hora del paseo matutino.

· Papá lo ha intentado - dijo su madre pesarosa - pero no ha querido salir.

· ¿Entonces qué le pasa mamá? - continuó Carlos con lágrimas en los ojos.

· No lo sabemos cariño, parece estar enfermo, papá le va a llevar al veterinario - respondió tranquilamente intentado no asustar a Carlos.             

· ¡Quiero ir con ellos! - insistió el niño.

· - Es mejor que no vayas - intervino por fin su padre, que parecía estar muy afectado por la situación - yo iré en un momentito para que le den alguna medicina.

- No puedo dejarle solo, soy su mejor amigo y quiero estar con él.

· Deberías hacer caso a papá, nosotros nos iremos a comprar la cometa, y cuando volvamos ya estarán aquí los dos y el susto habrá pasado.

Carlos insistió, pero sus padres lograron convencerle de que papá debía ir solo al veterinario.

Trosky se encontraba muy mal, respiraba con dificultad y parecía haber perdido las fuerzas, ni siquiera era capaz de levantarse; papá lo envolvió en la manta, lo cogió en brazos y se lo llevó.

El pequeño le dio un beso y le despidió diciendo:

· ¡Hasta luego viejo amigo!, tomate todo lo que te digan que mañana tenemos que ir al parque juntos y volar mi cometa.

Trosky era un cocker dorado precioso, con sus largas orejas y su cara de bonachón, llevaba en la familia 13 años y había sido la alegría de todos, además del mejor amigo y compañero desde que nació Carlos hacía 6 años.

El niño se quedó llorando, a pesar de los ánimos que le intentaba infundir su madre el casi presentía que algo no iba a salir bien.

Papá se marchó a las 7:30  y se escuchó el ruido de las llaves en la puerta cuando aún no eran las 9; había tardado muy poco.

Carlos salió corriendo hacia la puerta, y cuando vio que su padre no traía a Trosky, se quedó parado en seco y preguntó:

· ¿Se ha quedado en el hospital de los perros papá....?

· No cariño - contestó su padre no pudiendo reprimir las lágrimas - el corazón de Trosky dejó de latir al llegar al veterinario.                

· ¿Se ha muerto......? - preguntó de nuevo el niño con cara de sorpresa y dolor a la vez.

· Lo siento cariño, pero era su hora de marcharse, ya era muy viejo.

· ¡Eso no es verdad! - protestó Carlos enfadado y con los ajos anegados en lágrimas - solo tenía 6 años como yo.

· No cariño - intentó consolarle su madre - Trosky llevaba ya muchos años con nosotros cuando tu naciste.

· ¡Me da igual ¡ - balbuceó el pequeño sin alcanzar a comprender.

Carlos dio media vuelta y se marchó corriendo y llorando a su habitación; cogió una foto de su amigo y se tumbó en la cama.

· ¿Cómo has podido marcharte así Trosky, eres mi mejor amigo y te quiero mucho.....? - decía el niño como si la foto fuera el fiel reflejo de su viejo compañero al que había tenido a su lado hasta la noche anterior.

Su madre pensó que era mejor dejarle un rato solo, y al cabo de media hora se acercó a verle con un vaso de leche con cacao en la mano y le dijo:

· ¡Hola cariño!, ¿cómo estás?

· ¡Me siento muy mal mamá! Es como si me doliera aquí, en el pecho, y no puedo dejar de llorar, no sé donde está Trosky y le echo de menos.

· Lo comprendo hijo, a mí también me duele como a ti, y te diré que eso es el corazón; querías tanto a tu perro que ahora que no está es como si te hubieran arrancado un pedacito, pero no debes preocuparte, lo que nos ocurre es normal, se llama cariño.

· ¿Y a dónde se ha marchado mamá?, si no está con nosotros - preguntó Carlos desesperadamente intentando buscar una respuesta que le hiciera al menos sentirse mejor.

· En el cielo cariño - respondió su madre cariñosamente -.

· ¿Los perros también van al cielo? - preguntó de nuevo un tanto extrañado.

· ¡Claro hijo! Igual que iba al parque y comía y dormía en tu cuarto; el está ahora allí corriendo y saltando.

· ¡Eso espero! - terminó diciendo el niño tristemente.

Carlos pasó el fin de semana pensando en su amigo, no tenía ganas de jugar, ni de comer, aunque decidió que debía hacerlo para no ponerse enfermo, y por supuesto no tuvo ninguna gana de ir a comprar la cometa con la que tan ilusionado estaba.

Sus padres intentaban consolarle, pero no podían hacer nada, tan solo esperar a que con el tiempo Trosky se convirtiera en un recuerdo, incluso pensaron en comprar otro cachorro que hiciera al niño volver a sonreír al tener un nuevo amigo, pero decidieron que ningún otro perrito sería capaz de reemplazar a su amigo. El siguiente sábado por la mañana, Carlos seguía triste, aunque poco a poco se iba acostumbrando a la ausencia de su perro, y salieron de comprar a un gran almacén. Casualmente pasaron por la sección de venta  de cometas y su padre le animó a que eligiera la que mas le gustaba.

Carlos no tenía muchas ganas, pero al final accedió y eligió una de color azul brillante que simulaba una mariposa de grandes alas con unos ojos que parecían hablar.

Esa misma tarde salieron a probarla al Cerro Nutibara, sin Trosky claro, pero el niño parecía estar algo mas animado.

Tras seguir las instrucciones de montaje con sumo cuidado, la cometa estaba lista para echar a volar, y así lo hicieron, primero papá la probó y después fue Carlos quien tomó el mando.

· ¡Vamos hijo! - decía animosamente su papá - suéltala y déjala volar.

· ¡Mira como sube! - decía Carlos sonriendo por fin.

Sus padres se miraron con satisfacción, tan solo era una cometa, pero al menos veían sonreír a su hijo después de una semana.

La brisa llevaba la cometa de un lado para otro en lo alto del cielo azul; hacía una tarde espléndida que invitaba a disfrutar de la naturaleza, y así lo hicieron, Carlos se puso una gorra para protegerse del sol y sus padres se sentaron debajo de un árbol a tomar un refresco.

Viendo como volaba la cometa, Carlos se sentó en la hierba a contemplarla, miraba al cielo, del que le había hablado su madre el sábado anterior y empezó a recordar a su viejo amigo; seguramente le estaría viendo jugar desde lo más alto.

De repente, llevado por la cegadora luz del sol, creyó ver algo en el cielo, un pájaro o un avión que volaba muy alto, Carlos se bajó un poco la visera de la gorra para poder verlo mejor, y divisó algo que no le pareció ser real, alguien le saludaba desde lo lejos y le llamaba por su nombre.

· ¡Hola Carlos! , ¿Cómo estás?· ¡Hola! - saludo el niño tímidamente - ¿quién eres?

· No te asustes, soy un ángel.· ¿Un ángel del cielo..... Un ángel de verdad?

· ¡Pues claro! - afirmó - ¿sorprendido....?· Creí que solo se podían ver cuando te mueres y vas al cielo.

· Normalmente es así - contestó el ángel - pero a veces, la fuerza del corazón nos hace llegar hasta las personas que están pasando un mal rato.· ¿Cómo sabes tu que yo estoy triste?

· Porque un amigo tuyo me lo ha dicho· ¿Un amigo mío...? - dijo Carlos muy asombrado.· Sí, tu perro Trosky.

· ¿Está el aquí contigo..... Estoy yo en el cielo?

· Tú no estás en el cielo pequeño, tan solo estás sentado en la hierba de un parque y sin darte cuenta has dejado volar tu imaginación.

· Pero si tu vives en el cielo.......!

· Los ángeles podemos llegar hasta la imaginación de las personas bondadosas y tu eres una de ellas; ahora deja de hacer preguntas y acompáñame.

· ¿Al cielo...?

· No Carlos, no te preocupes, dentro de un rato te irás a tu casa con tus padres y tan solo recordarás que algo maravilloso ha pasado por tu cabeza. Ahora cierra fuerte los ojos.

Carlos estaba tan sorprendido que no se atrevió a preguntar más e hizo lo que el ángel le decía, cerró los ojos con fuerza y sintió que la brisa se convertía en un viento débil que rozaba su cara y su cuerpo suavemente.

· ¡Ya puedes abrir los ojos! - escuchó decir al ángel.

Carlos no lo podía creer, no sabía como, y tampoco estaba interesado en descubrirlo, pero cuando miró, se encontró en un maravilloso jardín lleno de árboles y praderas de hierba inmensas con fuentes y pequeños lagos, bancos de madera de tonos pasteles y caminos de guijarros de colores marrones claros, era como los cuadros que había visto en el museo cuando fue de excursión con el colegio, había pajarillos revoloteando por todas partes, mariposas de mil colores, ardilla trepando en los árboles, topos que asomaban en la hierba, pequeñas cascadas que relucían con el reflejo del arco iris, y paseando por todo el jardín, vio varios gatos, perros, conejos, hámster, ponys, patos y por supuesto ángeles.

· ¡Esto es maravilloso! - exclamó Carlos.

· ¡Hola! - saludó una voz a su espalda.

El niño se dio la vuelta y encontró a quien buscaba.

· ¡Trosky, Trosky! - decía entre lágrimas - ¡ te echaba mucho de menos!

· Yo también a ti Carlos, y le pedí a mi amigo Federico que me diera la oportunidad de despedirme de ti.

· ¿ Puedes hablar.... es increíble !

· Aquí las cosas son muy diferentes, todo es alegría, bondad y no existen las penas, cuando llegas estás un poco triste, recuerda que yo también me quedé solo, pero todos estos amigos me han hecho que me sienta muy feliz.

· ¡Entonces no puedes volver conmigo! - afirmó el niño adivinando que tan solo estaba de visita.

· ¡ No!, tan solo quería verte para decirte que fui muy feliz a tu lado y que te doy las gracias por cuidarme y quererme cada día, pero cada uno tiene su tiempo de nacer, crecer, y después llegar hasta aquí.

· ¿Yo también vendré aquí algún día?

· Probablemente, pero para eso falta mucho tiempo, algún día nos encontraremos y no volveremos a separarnos jamás, pero ahora quiero que entiendas que tu sitio está en el mundo real, con tus padres, tus amigos, tu familia y que tienes muchas cosas por hacer y mucha gente a la que hacer feliz.

· Ya lo sé Trosky, pero me dio tanta pena que te marcharas que....

· Lo sé, pero piensa que ahí abajo, tienes una larga vida por delante y que no debes estar triste porque con ello solo consigues preocupar a los demás; piensa que yo aquí soy muy feliz y que aunque te recordaré siempre, quiero que tu también seas feliz. Guárdame con cariño en tu recuerdo y en tu corazón, con todo el cariño que me diste cuando estábamos juntos, ese es el mejor regalo que me puedes dar, y prométeme que serás capaz de ofrecer ese mismo cariño a quien te lo pida o lo pueda necesitar.

· Te lo prometo Trosky - contestó el niño· ¡Ahora juguemos con tu cometa! - insistió el perro.

Federico el ángel, Trosky y Carlos, corrieron por las praderas sujetando fuerte el hilo y haciendo volar la cometa elegantemente, los tres reían y se divertían.

Pasaron un rato jugando, hasta que al saltar un pequeño arroyo, a Carlos se le soltó el hilo de la cometa y corrió solo a rescatarla.

· ¡Esperen ahí! - ordenó el niño - ahora mismo la traigo de nuevo.

Pero cuando se volvió a sonreír a sus amigos, tan solo pudo ver a Trosky que le decía adiós con una de sus patas, alejándose poco a poco, y desapareciendo el maravilloso jardín que había acogido su encuentro.

Carlos comprendió entonces que el sueño, la imaginación o lo que hubiera sido aquello, había terminado, no volvería a ver a su amigo, pero estaba contento por todas las cosas que le había dicho.

Volvía a estar en el Cerro Nutibara, sus padres continuaban debajo del árbol, se le había caído la gorra y la cometa también se le había escapado, como cuando estaba con sus amigos.

Corrió a rescatarla, tuvo que bajar una pequeña pendiente que iba a parar a un arroyuelo muy pequeño detrás de unos arboles, la cometa había finalizado su caída allí; estaba mojada y sucia y Carlos se enfadó, el primer día y ya parecía una cometa vieja. ¡Menudo plan!, no le había durado ni dos horas.

Bueno, ya le comprarían otra, ahora quería volver junto a sus padres y decirles que ya no estaba tan triste y que le gustaría que para su cumpleaños le regalaran otro perrito; pero cuando se iba a marchar escuchó un pequeño ruidito tras el.

· ¿Hay alguien ahí? - preguntó expectante, se había alejado mucho y sintió un poco de miedo.

· Ummmmm! Ummmmm! - se escuchó un leve gemido.

Carlos estaba dispuesto a echar a correr, pero antes de que se pusiera en marcha, un pequeño cachorrito de color marrón y rabito enroscado, apareció de detrás de un gran seto.

· ¡Chiquitín...ven - dijo Carlos al pequeño animalito que se le acercaba temeroso - no te haré daño.

El perrito se acercó despacio, estaba algo sucio y parecía tener hambre y frío, Carlos lo abrazó y le dio calor y besos por todas partes.

· ¿Te has perdido?, ¿está tu dueño por aquí ?.... - preguntaba el niño con lágrimas en los ojos.

Al ver que Carlos no estaba volando su cometa, sus padres se acercaron a buscarle y le encontraron abrazado al pequeño cachorrito.

También un guarda del Cerro  se acercó al pensar que el niño se había caído y estaba herido y necesitaba ayuda.

· ¿Cariño estás bien? - preguntó su madre.

· Sí mami - contestó Carlos emocionado - y mira lo que me he encontrado.

· ¡OH Dios mío! pero si es un cachorrito - gritó emocionada su madre - ¿ de quién es....? - quiso saber.

No creo que sea de nadie,- interrumpió el guarda -, hace un par de días que vaga por aquí, seguramente algún desalmado  lo habrá abandonado, había pensado llamar a la sociedad protectora de animales para que vinieran a recogerlo.

· No hará falta - dijo el padre de Carlos - ya tiene un lugar a donde ir, nos lo llevamos a casa con nosotros.

· ¿De verdad papá... de verdad mamá....? - lloraba, reía y saltaba Carlos al oírlo.

· Claro que de verdad hijo, tan solo tienes que pensar en un nombre para ponerle, porque tendrás que enseñarle muchas cosas.

· ¡Trosky papá, se llamará Trosky! - afirmó Carlos con pleno convencimiento.

· Muy bien, dijo su madre, y ahora vamos a casa, que a este pequeñuelo le hace falta un buen baño, una buena comida y mucho cariño.

· Gracias papá, gracias mamá - decía Carlos que aún lloraba de emoción - no les parece como si esto fuera un regalo del cielo.

EL DIA QUE JESUS GUARDÓ SILENCIO

 

Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Solo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear.

 

En algún lugar entre la semiinconsciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenia nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones. Tenían diferentes rótulos.

 

Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado "muchachas que me han gustado" Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por la impresión, había reconocido el nombre de cada una de ellas! se trataba de las muchachas que a mí me habían gustado!!!

 

Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar de dónde me encontraba. Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia.

 

Estaban escritas todas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria ya había olvidado. Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.

 

Algunos me trajeron alegría y momentos felices, otros por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver si alguien me observaba.

 

El archivo "Amigo" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando mas me necesitaban". Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando Mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto" No dejaba de sorprenderme de los títulos. En algunos ficheros había muchas más tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de las que yo pensaba.

 

Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado.

 

Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad.

 

Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma. Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aún así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de música, si no por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.

 

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros Me avergonzaría de conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido; me sentí asqueado al constatar "ese" momento, escondido en la obscuridad, había quedado registrado.

 

No necesitaba ver más.

 

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe entrar jamás a este salón! Tengo que destruirlo!

 

En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera arrancar una parte  del cajón.

 

Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.

 

Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, empecé a llorar En eso el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación:

 

"Personas a las que les he compartido el evangelio". La manija brillaba, y al abrirlo, encontré menos de 10 tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar; caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

 

Y mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi.

 

! Oh no!,! Por Favor no! !El no!, cualquiera menos Jesús! Impotente vi cómo Jesús abría cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción.

 

En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.

 

Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos. Porqué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. Él, se acercó, puso sus manos en mis hombros. Pudo haber dicho muchas cosas, peroEl no dijo una sola palabra.

 

Allí estaba junto a mí, en silencio. Era el día en que Jesús guardó silencio y lloró conmigo.

 

Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. !NO!!, le grité corriendo hacia él. Lo único que atiné a decir fue solo! No!, !No!, !No! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía porque estar en esas fichas. No eran sus culpas!!, Eran las mías!!. Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

 

No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado Es, Esta Terminado, Yo He Cargado Con Tu Vergüenza Y Culpa. En eso, salimos juntos del salón que aún permanece abierto. Por que todavía faltan más tarjetas que escribir.

 

Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad Pero, de lo que si estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará mas fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas.

 

Gracias Jesús por haber hecho que esta reflexión llegara a mí.

 

EL LADRILLO BOOMERANG

 

Había un tipo que andaba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que a cada persona que lo molestara hasta hacerlo rabiar, le tiraría un ladrillazo.

Método un poco troglodita pero que parecía efectivo, ¿no?

Sucedió que se cruzó con un prepotente amigo que le contestó mal. Fiel a su designio, el tipo agarró el ladrillo y se lo tiró.

No recuerdo si le pegó o no. Pero el caso es que después, al ir a buscar el ladrillo, esto le pareció incómodo.

Decidió mejorar el “sistema de autopreservación a ladrillo”, como él lo llamaba:

Le ató al ladrillo una cuerda de un metro y salió a la calle.

Esto permitiría que el ladrillo no se alejara demasiado. Pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus problemas.

Por un lado, la persona destinataria de su hostilidad debía estar a menos de un metro. Y por otro, que después de arrojarlo, de todas maneras tenía que tomarse el trabajo de recoger el hilo que además, muchas veces se ovillaba y anudaba.

El tipo inventó así el “Sistema Ladrillo III”:

El protagonista era siempre el mismo ladrillo, pero ahora en lugar de una cuerda, le ató un resorte..Ahora sí, pensó, el ladrillo podría ser lanzado una y otra vez pero solo, solito regresaría.

Al salir a la calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo.

Le erró... pero le erró al otro; porque al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en su propia cabeza.

El segundo ladrillazo se lo pegó por medir mal la distancia.

El tercero, por arrojar el ladrillo fuera de tiempo.

El cuarto fue muy particular. En realidad, él mismo había decidido pegarle un ladrillazo a su víctima y a la vez

También había decidido protegerla de su agresión.

Ese chichón fue enorme...

Nunca se supo si a raíz de los golpes o por alguna deformación de su ánimo, nunca llegó a pegarle un ladrillazo a nadie.

Todos sus golpes fueron siempre para él.

—Este mecanismo se llama retroflexión y consiste básicamente en proteger al otro de mi agresividad. Cada vez que lo hago, mi energía agresiva y hostil es detenida antes de que le llegue al otro, por medio de una barrera que yo mismo pongo. Esta barrera no absorbe el impacto, simplemente lo refleja; y toda esa bronca, ese fastidio, esa agresión me vuelve a mí mismo. A veces con conductas reales de autoagresión (daños físicos, comida en exceso, drogas, riesgos inútiles) otras veces con emociones o manifestaciones disimuladas (depresión, culpa, somatización).

Es muy probable que un utópico ser humano “iluminado”, lúcido y sólido jamás se enojara. Sería útil para nosotros no enojarnos. Sin embargo una vez que sentimos la bronca, la ira o el fastidio, el único camino que los resuelve es sacarlos hacia fuera transformados en acción. De lo contrario lo único que conseguimos, antes o después, es enojarnos con nosotros mismos.

DOS NÚMEROS MENOS

 

Hace algunos años “describí” un síndrome clínico que aunque no está registrado en los tratados médicos ni psicológicos, ha sido padecido, o lo es todavía, por todos nosotros. Decidí llamarlo, ya vas a ver por qué: El síndrome del zapato dos números más pequeño.

El hombre entra en el almacén de calzado, un vendedor amable se le acerca:

—¿En qué lo puedo servir, señor?

—Quisiera un par de zapatos negros como los de la vidriera.

—Cómo no, señor. A ver, a ver... el número que busca...

debe ser... 41, ¿verdad?

—No, quiero un 39, por favor.

—Disculpe, señor, hace veinte años que trabajo en esto y el número suyo debe ser 41, quizás 40, pero... ¿39?

—39 por favor.

—Disculpe, ¿me permite que le mida el pie?

—Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos 39..El vendedor saca de un cajón ese extraño aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y con satisfacción, proclama:

—¿Vio? Como yo decía: ¡41!

—Dígame ¿quién va a pagar los zapatos usted o yo?

—Usted.

—Bien, entonces ¿me trae un 39?

El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos número 39. En el camino se da cuenta de lo que pasa: los zapatos no son para él, seguramente son para hacer un regalo.

—Señor, aquí los tiene: 39 negros.

—¿Me da un calzador?

—¿Se los va a poner?

—Sí. Claro.

—Son... ¿para usted?

—¡Sí! ¿Me trae el calzador?

El calzador era imprescindible para conseguir hacer entrar ESE pie en ESE zapato. Después de varios intentos y de ridículas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro

Del zapato. Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos, con dificultad, sobre la alfombra.

—Está bien. Los llevo.

El vendedor siente dolor en sus propios pies de sólo imaginar los dedos aplastados dentro del 39.

— ¿Se los envuelvo?

—No, gracias. Los llevo puestos.

El cliente sale del negocio y camina, como puede, las tres cuadras que lo separan de su trabajo.

El hombre trabaja de cajero (¡!) en un banco. A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas parado dentro de esos zapatos, su cara está desencajada, tiene las conjuntivas inyectadas y lágrimas caen copiosamente de sus ojos.

Su compañero, de la caja de al lado, lo ha estado mirando toda la tarde y está preocupado por él:

—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?

—No. Son los zapatos..—¿Qué pasa con los zapatos?

—Me aprietan.

—¿Qué pasó? ¿Se mojaron?

—No, son dos números más chiquitos  que mi pie...

—¿De quién son?

—Míos.

—No entiendo. ¿No te duelen los pies?

—Me matan, los pies.

—¿Y entonces?

—Te explico –dice, tragando saliva—. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones, en realidad, en los últimos tiempos tengo muy pocos momentos agradables.

—¿Y?

—Yo me mato con estos zapatos. Sufro como un hijo de puta, es verdad... Pero dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los saque... ¿Te imaginas el placer?... Qué placer,

loco... ¡Qué placer!

 

—Parece una locura, ¿verdad? Lo es. Esta es en gran medida nuestra pauta educativa.